sábado, 4 de junio de 2011


La Hospitalidad en la Iglesia Católica








Desde hace algún tiempo quería escribir sobre este tema el cual considero de suma importancia para la Iglesia hoy en día, debemos partir diciendo que la hospitalidad es un deber del Clero y de los laicos y un derecho que ambos tenemos desde que Dios nos ha regalado la vida, pues todos somos fruto del amor divino sin ninguna diferencia.

Podríamos decir que la falta de hospitalidad nos coloca hoy en día en una situación incómoda que algunos no son capaces de percibir, no podríamos darle el tinte de tragedia pero al fin y al cabo es algo que debemos ser capaces de solucionar en forma conjunta.

Debemos entender que la hospitalidad es ante cualquier otra cosa una disposición del alma caracterizada por la apertura y la ausencia de límites. Al igual que el amor incondicional de Dios por todos nosotros, la hospitalidad en principio no rechaza ni discrimina a nadie, oiga y lea bien ni discrimina ni rechaza.

El gran problema consiste mucha veces en perjuicios que se llevan a las espaldas por mucho tiempo y estos impiden que la hospitalidad sea verdaderamente asumida, esta debe contar con una serie de actitudes y comportamientos como por ejemplo la buena voluntad, el acoger generosamente y escuchar atentamente, dialogar francamente y mucha veces renunciar desinteresadamente llevándonos a responsabilizarnos concientemente.

Inevitablemente debemos enfrentarnos hoy en día en nuestra Iglesia a personas con dominios despóticos del yo pensante que configuran la realidad para todos a partir de sí mismos sin importarle las demás personas, pues se sienten completamente autónomos y auto suficientes, como dioses monolíticos y soberanos al mejor estilo de algunas filosofías.

Basta con estudiar un poco la escuela franciscana que recoge lo intuido por Francisco y construye una linea de pensamiento opuesta al frío intelectualismo que algunos creen tener, un frío que no les permite comprender que la actividad divina es siempre fruto del amor, un amor que nos creo y Creando nos ha manifestado su bondad infinita y además nos predispone para que todos podamos amarle en cada uno de nuestros hermanos, pues somos fruto del amor Trinitario que gratuitamente genera relaciones de comunión y diálogo, un diálogo que debe estar presente siempre, que sea franco y responsable.

De ninguna manera debemos dar un paso atrás y volver a esos bochornosos desplantes de autoridad y de menosprecio hacia nuestros hermanos pues debemos comprender que la hospitalidad en la Iglesia, es una virtud para un mundo que es posible.

Paz y Bien.

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